La comercialización de los puertos, si es que un puerto como tal se puede vender, es un tarea tan relevante y trascendente que es imposible disociarla de la actividad de su propia comunidad portuaria.
¿Quién debe encargarse de la promoción comercial de un puerto? ¿La propia Autoridad Portuaria o la Comunidad Portuaria? La respuesta es evidente: los dos a la vez, en consonancia, en armonía, compenetrados y conscientes de que se está trabajando por un mismo objetivo.
Hace ya algunos años asistí en directo en China a una clase magistral de protocolo por parte de un presidente de autoridad portuaria, una obra de arte comercial que debería ser revisada una y otra vez en las escuelas de marketing. Con una habilidad excepcional, el presidente fue capaz de cautivar a sus interlocutores chinos, representantes de una gran naviera, que no sabían situar muy bien el puerto de Valencia en el mapa (menos todavía en el Schedule de sus rutas interoceánicas).
Tras esta tarea de preparación del terreno y siembra, los representantes empresariales que acompañaban a la comitiva no tuvieron demasiados problemas en sentar las bases de los acuerdos que meses después cristalizaron en el establecimiento de un servicio directo desde el recinto valenciano.
En otra ocasión presencié, esta vez en Sudamérica, la estrategia de un reconocido empresario transitario que se enfundó la casaca comercial del Port de Barcelona y consiguió que el recinto catalán se integrara en los calendarios de escala de alguna ruta transatlántica.
En ambos casos, hubo alguien que tenía la llave para abrir la puerta, facilitó la entrada y contribuyó efectivamente al éxito comercial.
Y esto, que en definitiva es de 1º de gestión portuaria, es lo que debemos recordar siempre, de manera constante y cansina, si es que queremos que el mecanismo funcione con fluidez. La colaboración permanente y la estrategia conjunta son los dos ingredientes básicos de la ensalada de la comercialización portuaria.