Mientras que para unos las vacaciones están prácticamente a la vuelta de la esquina, para otros ya son historia. Les confieso que las últimas semanas han sido algo más largas de lo esperado, donde una agenda en evidente declive no ha ayudado a que las horas hayan pasado más ligeras. No obstante, tras años de experiencia, la actualidad es un ser vivo muy caprichoso, así que el antes de apagar el ordenador y desconectar el teléfono habremos de analizar dos cifras muy importantes: el 15 y el 44.
El pasado domingo, la Unión Europea y Estados Unidos alcanzaban un acuerdo para cerrar, al menos por el momento, la guerra comercial que Donald Trump decidió abrir el pasado mes de abril. Y aunque me pese reconocerlo, el presidente estadounidense ha ganado el envite. Antes de la llegada del magnate a la Casa Blanca por segunda vez, la carga arancelaria en las relaciones comerciales entre ambos mercados era prácticamente inexistente (4,8%). La amenaza de Trump de imponer tasas masivas a las exportaciones de la UE hace que el acuerdo alcanzado y que cifra en un 15% esos aranceles parezca un éxito. Pero nada más lejos de la realidad. ¿O es que acaso se nos olvida que cuando en abril empezaron las negociaciones, Washington redujo sus aranceles recíprocos a un 10% que se sumaban a ese 4,8% general? Del 14,8% a un 15%. Hace un par de años, el arancel medio a las importaciones europeas a Estados Unidos era del 1,45% en 2023, a la inversa del 1,32%. Echen cuentas. Puedo entender que la Comisión Europea presidida por Úrsula Von der Leyen no haya querido poner en riesgo una relación comercial valorada en 870.000 millones de euros el año pasado. Pero dar por bueno este acuerdo deja en una clara posición de inferioridad a la economía europea. No hace falta ser muy observador para ver quién ha salido ganando.