Puede ser que sea algo inherente a nosotros, pero desde siempre el ser humano ha buscado culpables con cara, nombre y apellidos a sus problemas. Encontrar a un responsables de nuestros males es algo comprensible y, disculpen la expresión, redundantemente humano. Alguien ha de pagar por lo que nos ha pasado, alguien concreto ha de hacerse cargo de nuestras cuitas, alguien, da igual quién sea, debe ser el chivo expiatorio al que recurrir cuando no podemos explicar nuestras desgracias. En los últimos meses hemos tenido sobrados ejemplos. Incendios, subidas de precios, DANAs, apagones... Siempre rebuscando entre decenas de conjeturas e indicios para lograr dar con el último responsable.
Tras la irrupción de la pandemia sanitaria provocada por la COVID-19, los hábitos de consumo cambiaron. Los recursos de los ciudadanos ya no se volcaban tanto en consumir, sino en disfrutar. Después, con la creciente inestabilidad internacional, esa idea del “carpe diem” no sólo no se ha desvanecido, sino que se ha ido arraigando en el imaginario colectivo. La gente ha decidido que quiere viajar. Y no hablo de subirse a un avión e irse a la otra parte del mundo, sino que nos apetece de la misma manera ir a Nueva Zelanda que al pueblo de al lado. Todo sea por salir. Por eso, los hoteles están llenos, el negocio de los pisos turísticos está en auge y tensionando al resto de soluciones habitacionales, los restaurantes siempre están hasta los topes, y los centros históricos de las ciudades soportan una afluencia de turistas que crece año tras año.
El modelo turístico actual no es sostenible en el tiempo. Creo que en eso coincidiremos todos. A partir de aquí, lo complicado es encontrar una solución que pueda satisfacer a todo el mundo. Desde luego, lo que no ayuda es buscar un chivo expiatorio que nos diga quién es el único y absoluto responsable de que no podamos andar con comodidad por el centro histórico de nuestra ciudad un fin de semana porque está hasta los topes. Apuntar hacia una actividad concreta es reduccionista, y demuestra cortedad de miras.