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El stopper de Simeone

  • Última actualización
    13 octubre 2022 05:20

Un somero recorrido por los puertos españoles nos recuerda que seguimos lejos de proyectar una imagen armonizada y única de lo que la gestión portuaria en nuestro país. Ya sea por la utilización, más o menos efectiva, de los diferentes grados de autonomía, quizás por la idiosincrasia de cada región o por el exceso o defecto de celo de cada gestor portuario, lo cierto es que el mapa de las autoridades portuarias presenta un diagrama de lo más irregular por lo que respecta a su funcionamiento interno.

El sistema portuario de interés general buena faena tiene en tratar de asentar unas bases armonizadas y sólidas, lo suficientemente flexibles como para contentar a todos, pero con cierta rigidez que garantice que se va caminando por una senda más o menos establecida.

Y no es que cada puerto tenga herramientas diferentes, suponiendo que juegan en la división que les corresponde, sino que cada uno las utiliza como buenamente puede, o le dejan.

Por ejemplo, en estos años que llevamos analizando la actualidad portuaria, hemos sido testigos de acciones de puertos que un día multiplican por cien sus inversiones en marketing y al mes siguiente, con un cambio de presidencia, pasan a multiplicar por cero esa partida.

Y esto, que solo afecta a un departamento, es extrapolable después a muchos otros ámbitos de actuación. Me consta que desde Puertos del Estado se hace un gran esfuerzo para tratar de armonizar actuaciones o hacerlas más eficientes a través de la puesta en común, el diálogo y el debate. Pero una cosa es lo que compartimos en unas jornadas de un par de días y otra bien diferente lo que realmente podemos implementar en nuestro puerto.

No es de extrañar, por lo tanto, que los usuarios que utilizan más de un recinto portuario para canalizar sus mercancías tengan la certeza de que es una lotería enfrentarse a según qué autoridad portuaria o que van a encontrar trabas cuando lo que se requiere de un puerto, precisamente, es que sea un facilitador y no el stopper de un equipo de Simeone.

Evidentemente, las diferentes herramientas de gestión y la autonomía con que cada uno las aplica, permiten establecer una base de sana competencia con la que han de ganar los más eficientes y el comercio exterior. Otra historia es hablar de los tráficos cautivos y de la “tiranía” a la que te puede someter una deficiente gestión portuaria.

No es mi intención reabrir ahora el debate de la autonomía total de los puertos, simplemente me llama la atención las muy diversas fórmulas que unos y otros aplican para llevar la dirección de su puerto, atendiendo siempre todos a los mismos criterios de utilidad para la economía y la sociedad.

Sé que puede parecer una frivolidad dado el carácter de nuestras autoridades portuarias y de la naturaleza de la actividad portuaria, pero sigo pensando que la gestión de los puertos ganaría enteros si se aplicaran las fórmulas que utiliza la empresa privada a todos los niveles: recursos humanos o personas, marketing, management, explotación...

Comprendiendo la dificultad que entraña que un empresario de primer nivel asuma la presidencia de un puerto (porque la dedicación a su empresa poco tiempo le dejaría para otras tareas que no fueran institucionales), quizás podemos dar una vuelta de tuerca a ese primer nivel de gestión para que, cumpliendo con la normativa vigente en materia de titulación de los directores, se pueda incorporar de facto esa visión empresarial tan necesaria.

Lo que se requiere de un puerto, precisamente, es que sea un facilitador y no el stopper de un equipo de Simeone