Confieso que estaba ya a punto de perder la fe. Aterricé en este sector hace casi dos décadas oyendo hablar de la Variante Sur Ferroviaria (VSF) de Mercancías del Puerto de Bilbao, una entelequia que unos aseguraban haber visto en planos y otros en PowerPoints, y ya empezaba a pensar en que me jubilaría sin ver comenzar las obras. Pero, cosas que trae el mes de noviembre, la consejera de Movilidad Sostenible del Gobierno Vasco, Susana García Chueca, anunció este pasado viernes en el Parlamento Vasco que las obras de la Variante Sur Ferroviaria darán comienzo antes de fin de año, de este año 2025. Sí, han leído bien: e-s-t-e-a-ñ-o.
La noticia me ha pillado tan desprevenido que he tenido que releerla varias veces, no fuera que se tratara de otra “licitación inminente”, esa expresión tan elástica que a veces significa “ya mismo” y otras “cuando la administración tenga a bien”. Pero parece que ahora sí: la Variante Sur Ferroviaria echa a andar. O, mejor dicho, empieza a cavar. No es poca cosa. Hablamos de una infraestructura largamente esperada por el Puerto de Bilbao y los vecinos de la margen izquierda de la ría del Nervión, que llevan décadas conviviendo con los trenes de mercancías atravesando sus barrios. Lo curioso es que parte de la obra ya existe: ahí está el túnel del Serantes, iniciado en 2004 y finalizado en 2009 con todas las bendiciones técnicas... salvo las salidas. Una especie de cueva del tesoro a la que ningún tren ha entrado porque, sencillamente, no lleva a ninguna parte.
Quizá ese túnel resume la historia de la VSF: una sucesión de comienzos prometedores que desembocaban en nada, entre líos competenciales, ajustes presupuestarios y la sempiterna preferencia política por el tren de pasajeros, que luce mucho más en las inauguraciones. Mientras tanto, el de mercancías esperaba pacientemente su turno, con la resignación de quien sabe que siempre habrá un AVE por delante. Y así, mientras los discursos cambiaban de década y las prioridades de gobierno, el monte del Serantes, trepanado por ese túnel fantasma, observaba en silencio cómo el paso del tiempo iba cubriendo de polvo las maquetas en los cajones.