En cada primer sábado de cada mes de julio, día en que los transportistas valencianos celebran San Cristóbal, se ha convertido en una especie de tradición echar mano de esa broma recurrente en la que se pide a los organizadores de la fiesta celebrar el evento en los meses donde el calor dé algo de tregua. Este año se han oído propuestas como que el Comité Organizador investigue en todos los archivos habidos y por haber la posibilidad de que existiera algún legajo traspapelado que, ¡oh, sorpresa!, enmendara un error histórico y trasladara del 10 de julio a cualquier día de noviembre o diciembre la conmemoración de dicha santidad. Incluso alguno quiso llegar algo más lejos, y propuso que se hiciera llegar un mensaje al Papa León XIV solicitándole un cambio en el santoral.
Bromas aparte, es innegable que en todas las celebraciones de San Cristóbal el calor es uno de los protagonistas. En medio de esa calina que no daba tregua el pasado sábado, me dio por pensar que, desde que tengo la suerte de informar de lo que pasa en este sector logístico nuestro, salgo de cada festividad de San Cristóbal con la misma sensación de déjà vu, una sensación que, paradójicamente, me lleva a pensar que año tras año siempre hay cosas distintas. El tempo y la estructura del acto se repite año tras año, pero eso no implica que la fiesta sea siempre la misma, porque en los últimos 20 años el sector del transporte por carretera ha cambiado. Y eso tiene su reflejo en los momentos más significativos de la fiesta.
La festividad ha crecido hasta el punto de que el espacio que ofrece el Tinglado Número 2 del Puerto de Valencia comienza a ser algo justo. Año tras año, las familias de los conductores se han ido sumando al evento, las zonas de juegos para los más pequeños están más llenas cada edición, al igual que las cabinas de los camiones que desfilan ante el santo, donde los niños y las familias de los conductores y conductoras -afortunadamente, cada año son más- están cada vez más presentes. Porque no hay que olvidar que, ante todo, estamos ante una fiesta. ¿Quién no quiere hacer ver al resto de la sociedad la importancia de su profesión? ¿Quién no quiere hacer sonar las bocinas de sus camiones? ¿Quién no quiere vestir su camión con sus mejores galas para que el santo les dé suerte y asegure su regreso a casa?