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Gestionar la inercia o provocarla

  • Última actualización
    11 abril 2024 10:39

Como puerto de interés general, no debe ser nada fácil vivir a la sombra de los gigantes y haber sido víctima de determinadas decisiones políticas que definitivamente te han dejado sin opciones frente a otros que han recibido el favor público o la apuesta excluyente de la centralidad.

Debe ser especialmente complicado observar cómo una gran parte de tu producción industrial pasa de largo por delante de tus narices para ir a parar a otros puertos cercanos que gozan de conectividad e infraestructuras suficientes como para presentar unos costes de escala difícilmente igualables.

Y, por supuesto, debe ser desesperante estar tan unido a los sectores productivos de tu región que cualquier fluctuación en la demanda, la economía o el comercio mundial acaben por machacar sin piedad tu cuenta de resultados.

En ese contexto, a priori encontrado con los buenos resultados, el Puerto de Castellón ha navegado en los últimos años con destreza y seguridad hasta conseguir unos resultados que le han permitido escalar una posición en la categoría de los puertos españoles de interés general.

No es mérito de nadie en concreto y lo es de todos en general. Lo más importante es que la gestión portuaria ha ido alineada con las necesidades de los usuarios del puerto y que esos usuarios, la comunidad logístico-portuaria, ha apostado claramente por el desarrollo de su recinto portuario, aprovechando las pocas oportunidades disponibles y poniendo su trabajo e inversiones al servicio de la consolidación de una herramienta útil al servicio de la economía, generadora de empleo y riqueza.

Se ha metido tanto la pata embutiendo la política a presión en el mundo de la gestión portuaria

A partir de ahí, la exigente comunidad portuaria castellonense siempre ha pedido lo mismo a los gestores de la institución portuaria: que más allá de limitarse a gestionar la inercia y regodearse con los volátiles y etéreos records de tráfico, trabaje en la línea correcta para facilitar el trabajo de los demás, que identifique las oportunidades que pueden surgir en el mercado y que trate de dar respuesta a las crecientes y cambiantes necesidades de sus clientes, provocando así una inercia a seguir.

Y los clientes, no lo olvidemos, no solo son las empresas directamente vinculadas con la actividad portuaria, sino todo el tejido económico y social de la provincia, donde a la postre se circunscriben todos y cada uno de los ciudadanos.

Todo esto que acabo de soltar, que forma parte del material docente de los estudios de 1º de Puertos, debería ser tan evidente y estar tan asimilado en el ámbito de quienes toman las decisiones políticas que afectan a los puertos, que ni siquiera tendríamos que recordarlo. Sin embargo, la realidad es tan tozuda y se ha metido tanto la pata embutiendo la política a presión en el mundo de la gestión portuaria, que acabamos por resaltar la normalidad.

Y es justo ahí donde el puerto de Castellón está destacando: en la gestión lógica, inteligente y “normal” de la infraestructura.

El equipo que ahora lidera Rubén Ibáñez se ha puesto el mono de trabajo y está adquiriendo velocidad de crucero a golpe de sentido común, estrategia, conocimiento y acercamiento al tejido productivo. La difícil coyuntura de los tráficos, especialmente afectados por la crisis del sector cerámico, está sirviendo de acicate para reforzar el convencimiento de la diversificación y el esfuerzo para aportar un valor añadido real a usuarios e inversores.

Todo ello, además, apoyado en una excelente y necesaria política de comunicación que apuntala la transparencia, acerca a los ciudadanos y refuerza el compromiso del puerto con su entorno socioeconómico. Sentido común y ganas de trabajar o cómo pasar de gestionar la inercia a provocarla.