La muerte siempre es absurda, incluso cuando es deseada, porque no hay nada más absurdo que tener que pretenderla.
Aún así, dentro de los inabarcables límites del sinsentido, hay muertes que retuercen lo irracional, tal es el intrincado y perverso orden en el que se desarrollan los acontecimientos.
El pasado sábado, como muchos de ustedes saben, Gheorghe Tibil, conductor rumano de la empresa de transporte española Castillo Trans, falleció en una carretera de Bélgica.
Tres adultos y dos menores, apostados en un puente sobre la carretera E42, a su paso por la provincia de Lieja, arrojaron sobre la vía la tapadera de una alcantarilla.
El momento espacio tiempo fue tan perverso que la cabeza tractora Renault cruzó en la trayectoria de la tapa justo a la altura del parabrisas, en el lado del conductor.
Los 20 kilos de metal reventaron la luna, penetraron en la cabina y seccionaron el cráneo de Gheorghe Tibil, que murió al instante. Su mujer, que viajaba de copiloto, apenas tuvo tiempo de agarrar el freno de mano y el volante y evitar que el vehículo se estrellase, salvando así su propia vida.
Así lo ha relatado en las últimas horas Gloria Romera, CEO de Castillo Trans, empresa con sede en Benejúzar (Alicante), sin poder contener las lágrimas al rememorar el drama de un hombre “excepcional” y de una mujer que ha sufrido un shock psicológico tan brutal como incomprensible.
Según diversas informaciones, los cinco detenidos fueron puestos a disposición judicial después de que uno de ellos acudiera a la Policía para relatar lo sucedido e identificarse como responsable junto al resto de implicados.
De las primeras declaraciones se deduce que los asesinos de Gheorghe Tibil habían ingerido óxido nitroso, una droga que según la UE produce “sentimientos rápidos pero efímeros de euforia, relajación, calma y sensación de indiferencia”.
Acostumbrados desde el inicio de los tiempos a que los seres humanos cometan atrocidades de toda índole, el óxido nitroso no es ni eximente ni atenuante. Por mucho que multipliquemos la euforia por la indiferencia, la idea de lanzar una tapa de alcantarilla no está en el óxido nitroso, está en las mentes de quienes ven agudizado el arrojo ante sus miserables ocurrencias que, ojo, no son una anécdota.
Como denuncia CETM y Fenadismer, los conductores españoles, que no olvidemos que pilotan la segunda mayor flota de toda Europa, asisten con asiduidad al lanzamiento de piedras y demás objetos desde los puentes de las carreteras de Francia o Bélgica, lo que evidencia que es más generalizado de lo impensable algún tipo de déficit humano y mental que anida en estos seres para no calibrar que sus acciones no son un divertimento, son literalmente homicidas.
El acto ha sido calificado por la fiscal del caso de “deliberado”, ya que “cuando se arroja una tapa de alcantarilla de 20 kilos desde un puente, lo único que se consigue es matar”, aseguró.
Porque Gheorghe Tibil no “se ha muerto” en la carretera. A Gheorghe Tibil lo “han matado” en la carretera, en un acto que sigue echando leña a la hoguera de la desafección por la profesión.
Y este es el transporte de mercancías por carretera de 2024, este es uno más de los componentes del cruel presente para una profesión que solo se salvará cuando la sociedad, desde el primero hasta el último de sus integrantes, rinda permanente homenaje diario a su esfuerzo y a su contribución esencial a nuestras vidas como héroes absolutos de la cotidianeidad. Claro que, si no respetamos una vida humana, como para respetar a un conductor...