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Mares inseguros

  • Última actualización
    22 abril 2025 12:19

Empecemos este Punto de Fuga de hoy con una obviedad. Cerca del 70% de la superficie de nuestro planeta está cubierta de agua. Algo que ya saben todos ustedes. Lo que puede que no conozcan tanto es que hace más de 20 años que la NASA, tras la indiscutible incidencia del cambio climático en el devenir de nuestro día a día, estudia la superficie de los océanos para comprender el importante papel que desempeña en nuestras vidas. Ese cambio climático que muchos se empeñan en negar está provocando que los océanos y mares se calienten más de lo que se debieran calentar, y que los glaciares reducen drásticamente su extensión derritiéndose sin pausa, lo que se traduce en un aumento del nivel del mar. Los datos de la NASA son concluyentes. Desde 1880, dicho nivel ha aumentado 20 centímetros. A partir de 1993, esta tendencia no ha hecho más que agravarse. Para el año 2100, las previsiones hablan de un aumento de entre 30 y 120 centímetros más, una horquilla en principio demasiado grande, y que va a depender de lo que hagamos como especie en los próximos años.

¿De verdad queremos esperar a ver cómo afecta una subida generalizada del nivel del mar a las cadenas de suministro y al comercio global?

Ese aumento del nivel del mar ya no es una cuestión lejana cuyas consecuencias veamos en películas, series o documentales. Es un problema real que está impactando no sólo en nuestras vidas, sino en el sector logístico. ¿O es que acaso el aumento del nivel del mar no va a tener consecuencias a largo plazo en las infraestructuras portuarias? Y, consecuentemente, si hay un impacto en los puertos, habrá cambios en las rutas marítimas y los servicios ofrecidos por las navieras. En un futuro, no será nada extraordinario que haya puertos que no entren en esa oferta porque será muy complicado operar de forma segura en ellos. Serán necesarias, pues, nuevas infraestructuras que ayuden a mantener las escalas de los buques porque, de lo contrario, el tejido industrial y empresarial que se encuentre en el hinterland de esos puertos perderá competitividad, y eso supondrá, indefectiblemente, un aumento de los costes y pérdida de riqueza. Esas nuevas infraestructuras no saldrán de la nada, sino que deberán ser sufragadas con recursos públicos, unos recursos que tal vez no se empleen en otros cometidos más importantes. ¿De verdad estamos dispuestos a llegar a esta situación? ¿De verdad queremos esperar a ver cómo afecta una subida generalizada del nivel del mar a las cadenas de suministro y al comercio global? Nadie debería poner en duda que ignorar el aumento del nivel del mar implica mayores riesgos y costes cada vez más crecientes.

Aunque se están dando pasos para frenar esta deriva en la que estamos inmersos, lo cierto es que las acciones que se están llevando a cabo para revertir esta situación están demostrando ser del todo insuficientes, en especial por las trabas que todavía existen para desarrollar proyectos de marcado carácter ambiental en muchos países, España entre ellos. Según el último informe realizado por la consultora DNV para España, se ha constatado una expansión de energías renovables, especialmente solar y eólica. Sin embargo, aunque el informe destaca correctamente el liderazgo de España en renovables y en hidrógeno verde, hay que enfatizar que nuestro país aún enfrenta barreras importantes, como la burocracia en la concesión de permisos, la necesidad de mejorar la infraestructura de red y el reto de integrar energías intermitentes con almacenamiento y gestión inteligente del consumo. En nuestro caso hay que remarcar que las inversiones necesarias para poner en marcha estos proyectos sí llegan, y que el marco regular y normativo comienza a avanzar hacia una mayor agilidad, pero siguen existiendo cuellos de botella.

Son esos cuellos de botella los que pueden hacer que nos ahoguemos a unos pasos de la orilla. Son las desavenencias entre países los que pueden hacer que llegado el momento de demostrar altura de miras, todavía estemos inmersos en cuestionar si es verdad que el cambio climático nos afecta y si debemos cambiar nuestro modelo económico por otro en el que no sean indispensables los combustibles fósiles.