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Quiero un camión

  • Última actualización
    13 julio 2023 05:20

No lo voy a negar, las ganas de que acabe el periodo electoral van creciendo conforme se acerca el periodo estival vacacional (porque el estival de verdad hace tiempo que lo estamos sufriendo). No quiero entrar a valorar el “debate” del otro día, tampoco me voy a detener en razones y sinrazones y, ni mucho menos, voy a referirme al lamentable contenido logístico (por decir algo) que se incluye en los programas. De eso hemos hablado bastante. Estamos más que acostumbrados a ser ninguneados por todos, incluso en campaña electoral, por lo que siempre decimos, y repetimos, que nuestra aspiración máxima es que nos dejen trabajar, que no nos pongan trabas, que no se regule para penalizar el comercio y que se armonicen las normativas que hacen que determinados países tengan ventaja frente a otros. Creo que ya hemos sobrepasado el umbral de la paciencia y estamos más que resignados a tener que pelear el doble o el triple que otros sectores para ser escuchados. Pero no pasa nada, seguimos a lo nuestro, que es generar riqueza y empleo, le pese a quien le pese.

El sábado tuve la suerte de asistir a la celebración de San Cristóbal que organiza en Valencia la Federación Valenciana de Empresarios del Transporte y al Logística (FVET), encabezada por su presidente, Carlos Prades, y una eficiente Junta Directiva junto a la Comisión encargada de la celebración del evento. Casi 1.000 profesionales del sector se dieron cita en el puerto para compartir unas horas de distensión más allá de la complejidad del día a día. Se dice pronto.

Durante ese tiempo quedaron temporalmente aparcadas las importantes dificultades que atraviesa este colectivo que de forma permanente son elevadas a instancias superiores para que sean escuchadas y, reiteradamente, son despejadas a la banda por quienes se deberían encargar de tomar medidas para garantizar la competitividad de este sector.

Creo que ya hemos sobrepasado el umbral de la paciencia y estamos más que resignados a tener que pelear el doble o el triple que otros sectores para ser escuchados

El dinamismo del transporte por carretera está fuera de dudas. Su adaptación al cambio, con lo que implica a nivel de inversiones, puede ser considerado como un paradigma a estudiar por otros. Por si fuera poco, siguen soportando la demonización del camión como si fuera el único causante del cambio climático por parte de quienes prefieren mirar a otro lado o ponerse de perfil antes de mirar a su propio ombligo.

Invertir en un camión no es barato; hacerlo en una unidad que consume combustibles alternativos es más caro todavía, tanto que a veces ni siquiera compensa la diferencia. Además, tampoco está claro que ese combustible sea la opción de “futuro”, por lo que hablamos de apuestas a lo loco o de saltar sin red. ¿Cómo vamos a hacer atractiva la profesión si no hacemos otra cosa que poner impedimentos? ¿A quién le puede resultar convincente trabajar a bordo de una máquina que se está cargando el planeta? ¿Cómo se van a subir al camión los jóvenes que ahora tienen de todo si saben que les esperan horas en una cabina (de marcha y espera), áreas de servicio inseguras e infraestructuras deficientes?

El transporte por carretera ya está haciendo bastante para darle la vuelta a la situación y está poniendo encima de la mesa hasta lo que no tiene. Falta que quienes gobiernan, o gobiernen, se tomen en serio lo del nombre del Ministerio: de Transportes. De momento, yo me quedo con la ilusión y el sentimiento de colectivo que mostraron los transportistas el sábado. Allí, con ellos, a uno le entran ganas de tener un camión.