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Seamos como Sorolla

  • Última actualización
    04 julio 2023 05:20

Les confieso que, hasta el pasado domingo, Joaquín Sorolla era para mí un pintor bastante desconocido. Reconozco que, salvo sus obras más conocidas y su inconfundible estilo, poco conocía de uno de los grandes artistas que ha dado Valencia al mundo. El pasado domingo pude disfrutar de “Sorolla, una nueva dimensión”, una exposición digital e inmersiva que recorre de una manera diferente la época y la trayectoria profesional y personal del pintor. A lo largo de más de 2.000 metros cuadrados, puede conocerse al detalle la vida, inquietudes e influencias que hicieron de Sorolla uno de los grandes nombres del mundo del arte de la primera mitad del siglo XX. Desde aquí les recomiendo encarecidamente que se acerquen hasta La Marina del Puerto de Valencia y disfruten de esta propuesta, que conjuga de manera brillante los métodos más tradicionales con los más vanguardistas, incluyendo la realidad virtual.

Como todos los grandes artistas, el pintor valenciano fue hijo de su tiempo, pero lo fue a su modo, y siempre buscó salirse del camino marcado por las influencias de la época. Trabó gran amistad con Vicente Blasco Ibáñez y Mariano Benlliure, formando un trío que no se dejó influenciar por una ola de pesimismo que asoló España al final del siglo XIX y principios del XX como consecuencia de la pérdida de Cuba y Filipinas, y que tanto plasmaron en sus obras los integrantes de la Generación del 98. Sorolla, al igual que sus dos amigos, intentó huir de la decadencia en la que cayó el país y apostó por el optimismo, llenando sus lienzos de luz y colores, matizando ese impresionismo que venía de Francia para acercarlo hacia una especie de realismo y naturalismo. En muchas ocasiones, las pinturas de Sorolla se parecen más a una fotografía que a una pintura, una disciplina ésta muy apreciada por el artista valenciano.

Hay motivos con los que llenar de luz al sector logístico, como el propio Sorolla hacía con sus cuadros

Sé que en los tiempos que corren ser optimista supone una tarea titánica. La economía mundial ha echado el freno en estos momentos. Para el segundo trimestre de 2023, las previsiones de la UNCTAD no son nada buenas, ya que el organismo de la ONU prevé una ralentización del crecimiento del comercio marítimo, apuntando a la reciente rebaja de las previsiones económicas mundiales y a factores como la inflación, las vulnerabilidades financieras, la guerra en Ucrania y las tensiones geopolíticas. A esto hay que sumar el desbalance que todavía hay entre la oferta de carga puesta en el mercado por parte de las navieras y la demanda de esta por parte de las empresas cargadoras. Y como consecuencia, los fletes siguen en caída libre, acercándose de manera preocupante a los niveles prepandemia.

No obstante, a mi parecer, no podemos caer en el desánimo, porque también hay motivos con los que llenar de luz al sector logístico, como el propio Sorolla hacía con sus cuadros. La logística, históricamente, es una actividad que resiste mejor que otras los embates de las crisis económicas. Tarde o temprano, los grandes proyectos en materia de infraestructuras productivas -tanto los que están ahora mismo circulando en marcha lenta como aquellos que se encuentran en vía muerta- saldrán del atasco político en el que se encuentran. Incluso, si lo piensan bien, la próxima cita electoral puede servir para que los grandes partidos políticos de este país entiendan de una vez por todas que el sector logístico es fundamental para que la economía de un país funcione, y además funcione bien. Tal vez peque de optimista. Pero aún así, les animo a que seamos como Sorolla.