Podríamos estar horas analizando el fenómeno Taylor Swift y la inteligencia de esta mujer puesta al servicio de una industria que reclama a gritos un sentido común tan necesario como inexistente. Aunque honrosas excepciones, como es el caso de la barcelonesa Rosalía, nos intenten demostrar lo contrario. Pero como no tenemos tiempo, ni espacio, y el sector tiene su querencia, nos centraremos en dar una vuelta de tuerca al mundo logístico que se mueve alrededor de esta cantante, compositora, productora, directora, actriz y empresaria estadounidense que tiene 225 millones de seguidores en Instagram, cuenta sus beneficios anuales con cifras de nueve dígitos y ha creado una marca con un poder espectacular en torno a sí misma.
Durante su gira americana del segundo semestre del pasado año, la artista llevaba tras de sí una caravana de 69 camiones, 51 con equipos de producción y 18 con estructuras del escenario. La logística del equipo de Swift se compone de dos equipos completos, uno que se monta en el lugar del espectáculo más inmediato, y un segundo que viaja con antelación y se prepara para instalarse en el siguiente show. El hecho de tener dos escenarios montándose simultáneamente le permite actuar en lugares especialmente distanciados con apenas uno o dos días de diferencia, una circunstancia que rompe la estructura tradicional de la caravana de los músicos.
La logística se alió con Taylor Swift el pasado fin de semana
Esos 69 camiones se convirtieron en 80 en una gira posterior en la que además de los escenarios, trajes, micrófonos, pantallas, altavoces, instrumentos, luces, accesorios, etc. transportaron una pasarela de casi la longitud de un campo de fútbol. Y, por supuesto, no hay que olvidar un camión dedicado exclusivamente al merchandising, una unidad móvil decorada al efecto que llega a los lugares de actuación con varios días de antelación con el propósito de vender miles y miles de objetos para “swifters”, que es como se denomina a los fans de esta artista.
Y ¿por qué cuento todo esto? Bueno, básicamente porque al hilo de la celebración de la Superbowl del pasado domingo descubrí que miles de seguidores de Taylor Swift se habían aficionado al fútbol americano (o iban a ver el partido) porque el novio de la artista, un tal Travis Kelce, es una estrella de la National Football League que juega con los Kansas City Chiefs, a la postre ganadores de la Superbowl.
¡Mátame camión! El espectacular impacto mediático que genera la Superbowl se sumó al “Tsunami Swift”, que lo arrasa todo a su paso. El resultado no fue otro que el esperado por Taylor Swift, of course: megavisibilidad en el evento más megavisible del globo terráqueo. ¡Zasca, otra muesca en la culata!
Yo no sé cómo lo verán, pero para que nuestro sector salga del ostracismo y la oscuridad necesita un fenómeno “Swift”, lo tengo claro. Ojo, que no estoy pidiendo un romance de cualquier cabeza visible del sector con Rosalía (que por cierto nos daría un poco de vidilla rosa), sino que alguien con semejante capacidad de arrastre sea encargado de abanderar la importancia de la logística y la eleve a la altura que requiere y se merece.
La logística se alió con Taylor Swift el pasado fin de semana y le permitió viajar sin percances, en menos de 24 horas, desde Tokio hasta Las Vegas. Todos los fans agradecieron poder disfrutar de ese encuentro entre la pareja tras el partido, que se inmortalizó en cientos de imágenes que han inundado internet y las redes sociales durante toda la semana.
Swift se encargó de recordar posteriormente que sin un buen funcionamiento de la cadena logística hubiera sido imposible esa foto. Gracias, Taylor.