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Tsunami a la vista

  • Última actualización
    17 julio 2025 05:20

Debo confesar que el pasado lunes llegué a trabajar con cierta angustia. Las noticias locales de poco antes de las 8 de la mañana alertaban de un terremoto de 5,5 grados de magnitud en la escala Richter con epicentro frente a la costa de Almería, que se dejó sentir en municipios de las provincias andaluzas de Almería, Granada, Málaga y Jaén, así como en Murcia, Alicante y Albacete.

No fue el terremoto lo que provocó mi desasosiego, sino el comentario que, justo a continuación, apostilló el locutor. Y es que debido a la ubicación del epicentro en el mar y la alta actividad sísmica de la región, situada en la frontera entre las placas tectónicas africana y euroasiática, el Instituto Geográfico Nacional activó temporalmente una alerta por posible maremoto en varias provincias costeras. En particular, se emitió una alerta por “fuerte” maremoto en Alicante y alertas por maremoto moderado en Valencia y Castellón, además de otras provincias como Melilla, Almería, Murcia, Granada, Málaga, Cádiz, Islas Baleares, Tarragona, Barcelona y Girona.

Hace un tiempo, quizás unos meses atrás, no hubiera dado la más mínima importancia al suceso, pero tras los episodios catastróficos de los últimos meses y su estrecha relación con la información (o desinformación) a la población, no tardé en componer en mi cabeza un caos que empezaba en la riba de todas esas ciudades portuarias y acababa allá donde la imaginación de cada uno pudiera alcanzar.

Afortunadamente, la alerta se desactivó a los pocos minutos y la mayor parte de la población ni siquiera tuvo conocimiento del suceso hasta pasadas unas horas. No obstante, y puesto que yo ya estaba en “modo maremoto”, me preocupé por comprobar si en nuestro país contamos con algún tipo de protocolo que nos diga qué debemos hacer en estos casos, más todavía si nuestra actividad profesional de desarrolla en pleno frente costero y portuario.

Hace un tiempo no hubiera dado la más mínima importancia al suceso

Efectivamente, contamos con un “Plan estatal de Protección Civil ante el riesgo de maremotos”, aprobado por el Consejo de Ministros en mayo de 2021, y que complementa al Plan Estatal General de Emergencias de Protección Civil. Comunidades como Andalucía lo han desarrollado y ciudades como Cádiz hasta han elaborado una guía didáctica este mismo año.

Debemos reconocer que los protocolos recogidos en el plan se cumplieron el lunes en cuanto a información a la población, así es que no hay nada que objetar. Tenemos un plan y parece que funciona, por lo menos en su fase inicial (mejor si no pasamos de pantalla).

En Japón, donde también para el tema tsunami están a otro nivel, es muy habitual encontrar señales de advertencia y recomendaciones por cualquier lugar. Es verdad que, dada la intensa actividad sísmica del archipiélago japonés, la sensibilidad en mucho mayor, pero no es menos cierto que llevan a un estadio superior lo de la cultura de la prevención.

Yo no sé ustedes, pero por más que yo me muevo en los puertos y su entorno físico más inmediato, no he visto todavía una señal que me indique qué debo hacer en caso de alerta de tsunami. ¿Correr, trepar, quedarme quieto, evacuar? Sé lo que están pensando y les ruego que, viniendo de donde venimos, se ahorren lo de la exageración.

Por cierto, de todas las recomendaciones de Protección Civil incluidas en el Plan Estatal, me llama la atención una que reza: “No espere a verlo (fotografiarlo añado yo) o a surfear. ¡Es imposible escapar!”

Pues eso, no me cojan el rábano por las hojas y aportemos un poco de seriedad al asunto. Si en nuestros almacenes y empresas somos extremadamente cansinos en el ámbito de la prevención, ¿por qué nos olvidamos de estos detalles?