Mientras unos juegan a las banderas, otros muestran su capacidad políglota y otros más se enfrascan en un tablero infinito de ajedrez en busca de una mínima cuota de poder, asistimos a una dramática evolución de la situación económica que se está cebando con todo el país y, especialmente, con determinados estamentos sociales y sectores productivos.
Por centrarnos en nuestro sector, preocupa especialmente la delicadísima situación que atraviesa el sector cerámico español, cuyo impacto en el PIB de nuestro país ha descendido ya un 8%, dejando de generar más de 7.200 empleos a causa de la crisis energética y la Guerra en Ucrania.
Más allá de una industria productiva, este sector es uno de los principales exportadores e importadores del país y, por lo tanto, estratégico para los recintos portuarios más próximos a la zona de concentración de la producción, como es el caso de Castellón o Valencia.
No descubrimos nada nuevo si decimos que la crisis del sector cerámico ha impactado sensiblemente sobre los tráficos portuarios y que la tendencia, por desgracia, no tiene pinta de cambiar a corto o medio plazo.
La crisis energética y la guerra en Ucrania ha provocado en el sector cerámico un incremento del coste de la energía, se han encarecido las materias primas y han aumentado los fletes encareciendo las exportaciones y provocando un incremento de los gastos de explotación del sector y una reducción en el margen EBITDA de hasta el 36%. En definitiva, el 78% de las empresas de este sector, que concentran el 59% de la producción, presentan un riesgo elevado de viabilidad.
Las medidas gubernamentales para aliviar la situación han llegado tarde y son escasas
No hace falta regar de cifras y porcentajes esta realidad para que se comprenda la dimensión del problema. Las medidas gubernamentales para aliviar la situación han llegado tarde y son escasas. Otros países productores, como es el caso de Italia, han hecho sus deberes y están sorteando esta crisis con cierta soltura.
Mientras, nosotros seguimos a lo nuestro, a nuestros juegos de tronos y competiciones para ver quién tiene más larga la nariz. Y tan contentos.
El sector cerámico, como tantos otros sectores productivos, requieren la atención máxima y prioritaria de quienes nos gobiernan, pero también de quienes se encargan de facilitar el comercio exterior, ya sea a través de infraestructuras o de cuestiones normativas y formales.
Acudir a una feria para “apoyar institucionalmente al sector” es una chorrada inútil si ese supuesto soporte no se traduce en un acompañamiento real en el día a día; si no se articulan medidas capaces de aliviar la situación o si se sigue pensando, como siempre, que los problemas coyunturales se arreglarán con el tiempo. Grave error; de coyuntural a crónico hay solo un paso.
Seguimos navegando por unas aguas que el mes de septiembre nos entrega revueltas y poco claras. Como sector logístico obligado y acostumbrado a abrirse paso entre los mares más complejos y alborotados, mantenemos nuestra singladura en busca de esa velocidad de crucero que nos permita avanzar.
Debemos centrar la esperanza en nuestra propia capacidad, porque tengo la sensación de que de fuera nos va a llegar poco combustible. Seguimos.