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Urge un cambio de mentalidad en Estados Unidos y China

  • Última actualización
    11 noviembre 2025 05:20

La partida de “Hotel” que jugaron hace unos días Donald Trump y Xi Jinping acabó en tablas. Los dos mandatarios lograron repartirse las propiedades del tablero. Ese empate permitió a la economía mundial respirar aliviada, a pesar de que el acuerdo que alcanzaron los presidentes de Estados Unidos y China anduviera muy escaso de contenido. La buena noticia es que el comercio mundial gozará, al menos por el momento, de cierta tranquilidad.

De la cumbre celebrada en Corea del Sur hace unas semanas quedan varias conclusiones. La primera es que el poderío de China es un hecho, por mucho que le pese al presidente de Estados Unidos. El gigante asiático lidera la producción y refino de materiales extraídos de las tierras raras, materias primas esenciales para sectores industriales tan importantes como la producción de automóviles, las pantallas de todos los dispositivos electrónicos que utilizamos en nuestro día a día o la fabricación de armamento, en auge en un momento tan inestable geopolíticamente hablando. Por primera vez en décadas, Estados Unidos debe aceptar que otro jugador igual de poderoso -y con mucho más potencial- está presente en el tablero.

Pero hay más. Gracias a sus inversiones, diplomacia y desarrollo tecnológico -sí, ese desarrollo del que tanto hablamos en Occidente y que China se ha encargado de potenciar en segundo plano sin que nos diésemos cuenta-, Xi Jinping ha logrado tejer una compleja madeja de alianzas no sólo con sus aliados de siempre, sino con otros nuevos como la India. Además, China ha decidido potenciar su rol como líder mundial ante la estrategia de Trump de asegurar día sí y día también que el orden global que conocíamos hasta ahora ya no sirve. El hecho de que China haya dejado de lado su posición como país en desarrollo en el seno de la Organización Mundial del Comercio para asumir un papel más protagónico es toda una declaración de intenciones.

Corremos el riesgo de que el desarrollo económico global se caracterice por períodos convulsos con poca o ninguna estabilidad

Mientras esto ocurre, la economía global pasa por una de sus épocas más complicadas. Hay analistas que comienzan a cuestionarse si en realidad esta situación no es tan tensa como la pintan algunos, y lo que en realidad ocurre es que estamos ante un nuevo cambio de ciclo, donde la potencia líder, Estados Unidos, se está adaptando a la presión que llega de otras latitudes, como China, India, o Rusia, sin olvidar a las economías de todo el sur del planeta.

El problema, a mi modo de ver, es que tanto Estados Unidos como China yerran en su mentalidad sobre cómo entender el mundo. En el caso del país norteamericano debe haber un cambio de lectura radical en lo que supone el comercio internacional para Estados Unidos. En el seno de la primera potencia mundial hay una cierta tendencia a creer que el comercio penaliza, cuando no hay que olvidar que Estados Unidos está donde está gracias a ese comercio global. En el caso de China, es imperioso que el gigante asiático fomente su demanda interna debe fomentar su demanda interna y dejar de colapsar los mercados exteriores con su oferta. De lo contrario, corre el riesgo de depender en exceso del sector exterior y de extender de manera peligrosa la deflación que sufre desde hace meses.

Para lograr que la economía y el comercio mundiales vuelvan a la senda del crecimiento y la estabilidad, tanto Estados Unidos como China deben cambiar radicalmente su mentalidad. De lo contrario, corremos el riesgo de que el desarrollo económico global se caracterice por períodos convulsos con poca o ninguna estabilidad. Y eso no conviene a nadie.