CASTELLÓN. “El sector cerámico necesita opciones y competitividad, y el hecho de que el Puerto de Castellón contara con un mayor número de líneas marítimas propiciaría que las empresas pudiera exportar sus productos por el enclave castellonense”. Así se han pronunciado hoy tanto el presidente como el director general de ASCER, Vicente Nomdedeu y Alberto Echevarría, respectivamente, durante la presentación del balance del sector de 2023.
Los líderes empresariales han reconocido que la ausencia de un mayor número de conexiones marítimas “nos impide sacar nuestro producto por el Puerto de Castellón”, y han demandado tanto a la Autoridad Portuaria de Castellón como a las navieras “poner más opciones encima de la mesa”, ya que “los clientes quieren poder elegir. Si de momento Valencia es la única opción, nos ceñimos a esa opción, pero contar con más alternativas supone un importante paso hacia una mejor competitividad”.
No obstante, tanto Nomdedeu como Echevarría han subrayado que la relación de la Autoridad Portuaria de Castellón con el clúster cerámico sigue siendo “estrecha y fluida”. La patronal ya ha mantenido diversos encuentros con el presidente de PortCastelló, Rubén Ibáñez, y con el director general, Manuel García, reuniones donde se ha puesto en valor asimismo el papel que ejerce el puerto como hub dedicado a la importación de materia prima de la industria.
“Un Puerto de Valencia con esas posibilidades es bueno para todos”. Así ha valorado Nomdedeu el desbloqueo de las obras de la nueva terminal de contenedores del enclave valenciano. “Para nosotros, cuanto antes tengamos el producto en hora y tiempo en casa del cliente, mejor, por lo que no tenemos ninguna duda” sobre los beneficios de esta infraestructura.
Para ASCER, “la nueva terminal del Puerto de Valencia es una herramienta muy importante para la competitividad del sector”, por lo que el hecho de no haber desbloqueado la infraestructura “habría supuesto una importante merma de nuestro posicionamiento en el exterior, así como la pérdida de líneas que nos conectaran a otros mercados”.
La situación por la que atraviesa la industria azulejera no es buena. Hasta octubre de este año, el descenso en la producción del sector llegó al 18%, y se prevé que al cierre de 2023 se llegue a un 20%, con una producción total de 400 millones cuadrados, una cifra que no se registraba desde los años 2011 y 2012. Mientras que la producción en Europa sigue una tendencia decreciente, al igual que en Estados Unido y China, en otras zonas como Indonesia, sudeste asiático o India crece. De hecho, India se colocó en 2022 como segundo productor mundial con 2.837 millones de metros cuadrados.
Asimismo, las exportaciones descendieron hasta octubre tanto en valor (16,7%) como en volumen (23,3%) como consecuencia de la situación inflacionista -que se traduce en una ralentización del mercado de la construcción y la reforma- y de la pérdida de competitividad de los productos españoles “frente a una competencia muy agresiva, tanto de otros países productores como de otros materiales sustitutivos”, afirman desde la patronal.
A pesar de ser una industria gasintensiva, el sector azulejero ha constatado un descenso en el consumo de esta fuente de energía en paralelo con la reducción de la producción. No obstante, la factura del gas de la industria podría estar alrededor de los 538 millones de euros, casi el doble que en 2020 para un consumo de gas ligeramente menor y menor producción.
Por contra, la electricidad tiene un menor peso en el mix energético y crece la generación propia a través de cogeneración y autoconsumo. La factura final de electricidad a la que deberán hacer frente las empresas se situará en entorno de los 149 millones de euros, elevando la factura global energética a los 687 millones de euros, lo que supone un 14,5% de la cifra de ventas totales esperada.
Los desafíos a los que deberá hacer frente el sector se deben principalmente a factores externos con un gran impacto: precio de la energía y regulaciones provenientes de la UE, factores que restan competitividad en los mercados. A pesar de todo, el sector trabaja en la búsqueda de tecnologías alternativas, como gases renovables (hidrógeno y biometano), electrificación y captura de dióxido de carbono, “proyectos en una fase embrionaria y que no son viables en el corto y medio plazo para su aplicación en el sector cerámico”, tal y como lamentan desde ASCER. La patronal denuncia la dificultad para alcanzar los objetivos de descarbonización y la necesidad de contar con un apoyo de las administraciones, “tanto en el aspecto económico como en el aspecto regulatorio vista la gran dificultad técnica a la que nos enfrentamos y el enorme reto económico que supondrá la transición energética”.