Son muchas las ocurrencias que el sector del transporte y la logística ha tenido que vivir a lo largo de la historia, pero es que lo de la ZAL del puerto de Valencia ya es de Guinness (récord o cerveza, os dejo que elijáis).
Desde el minuto 1, la Zona de Actividades Logísticas valenciana se tatuó la crispación en la piel y la política, los vecinos y la Justicia marcaron los ritmos dilatando el proyecto logístico dos décadas. Se ha debatido mucho sobre el proyecto, sobre el suelo y su uso, la posibilidad de regresar al pasado, ceder el espacio para hacer conciertos (me parto) y hasta dejar que la naturaleza regresara a las hectáreas parceladas y los viales trazados y asfaltados, porque ¿por qué no? Ni las opiniones de expertos, ni las opciones viables y rentables, ni las más solidarias fueron suficiente. Siguieron diciéndose barbaridades.
Lo cierto es que la iniciativa arrancó en el año 1994 con la ilusionante proyección de una zona llamada a generar competitividad y, después de toda una vida batallando, llegamos a la actualidad, donde parecía que sí, esta vez sí, había cogido velocidad de crucero. Pero... las ocurrencias han regresado. ¿Cómo? Con propuestas que no aterrizan y que, de nuevo, se convierten en artefactos que lanzarse entre partidos políticos.
Así, mientras la gestora de la ZAL estaba tan tranquila analizando las propuestas empresariales para las parcelas disponibles, nos llegó la gran noticia: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba que la ZAL Puerto de Valencia iba a acoger la futura Ciudad de la Industrialización de la Construcción. Y comenzó la fiesta de nuevo. ¿Por qué? Pues porque el proyecto ha sido tomado como rehén de las cuitas políticas a expensas de la reputación de la ZAL. Al menos así lo veo yo. Quizás soy demasiado protectora, pero es que no me gusta que vuelva a aparecer la ZAL en rollos que no tienen que ver con el sector.